5 de agosto de 2009

Ricardo López Rodrigo

Heraldo de Aragón publicó en 2001 un artículo-homenaje a un pardeño centenario.


En nuestros tiempos ya no es apenas noticia, como antes, el hecho de cumplir cien años de vida, porque cada vez se dan más casos, afortunadamente, de mujeres y hombres centenarios. Está demostrado que la longevidad está alcanzando límites que antaño constituían la excepción. Lo que parece menos frecuente, sin embargo, es que una mujer que llegó a los cien años de edad pudiera legar a su hijo esa misma condición. Fue el 18 de agosto de 1961 cuando nuestro corresponsal en Pardos, lugar perteneciente al municipio de Abanto, publicó la noticia bajo el título: «Una centenaria con treinta y dos nietos y veinte biznietos». María Rodrigo, casada con Zacarías López, dio a luz a doce hijos, de los que le vivieron diez. Cuando llegó a centenaria, solo le quedaban dos, Ricardo y Adelina. Y ahora, Ricardo López Rodrigo, que pudo festejar con tanta alegría el centenario de su madre, ha cumplido también los cien años, cual si se tratara, en efecto, de una herencia materna.

Nació el 3 de abril de 1901, en Pardos; pero la conmemoración de su cumpleaños tuvo lugar el pasado día 14 en Orellana, donde el nuevo centenario está con otra de sus hijas.

—Nos juntamos treinta y dos a comer, y a la hora del café, unos setenta —comenta Alejandro—, uno de sus hijos.

Aunque Ricardo se encuentra bien físicamente y con excelentes facultades físicas, el hecho de sumar un siglo de vida obliga, quiérase o no, a volver la vista al pasado. Por eso, los recuerdos se acumulan.

Se casó el año 1928 con Manuela Calejero. El matrimonió residió en Pardos hasta 1970 y tuvo cinco hijos.

Cuando la gente del pueblo empezó a emigrar a Zaragoza, Ricardo y Manuela se trasladaron a Abanto.

—¿Cuál era su profesión?
—Pastor, pero al hacerse mayor vendió el ganado. No obstante, hasta cumplidos los noventa años, se entretenía cultivando el huerto. En 1993 se quedó viudo.

Por entonces, ya iba camino de convertirse en centenario, como su madre, aunque con menos descendencia, solo cinco hijos, once nietos y seis biznietos, frente a diez (si bien nacieron doce), treinta y dos y veinte.

Ricardo López Rodrigo siempre lleva la boina puesta, como en sus años mozos, y eso que los cien años cumplidos no le han dejado calvo, ni mucho menos. Sus cabellos asoman por debajo de la boina y hasta llegan a crear una especie de flequillo sobre su frente.

El pasado día 14, once días después de la fecha de su cumpleaños, fue muy feliz, rodeado de los suyos, celebrando tan relevante acontecimiento. Y eso, a pesar de la emoción que le invadió en no pocos momentos. No podía ser de otra manera, porque la mayor parte de su vida ha quedado escrita en el pasado, aunque el continúe mirando al futuro. Ya lo hacía así cuando era pastor y acostumbraba a otear los horizontes infinitos, recorriendo el monte, los llanos y las vaguadas, y observaba el firmamento para seguir la trayectoria del sol y descubrir los secretos de las nubes, que en ocasiones se desplazaban veloces o bien se quedaban estáticas formando figuras sorprendentes, excitando la imaginación.

El tiempo, si bien se mira, nunca pasa.

Alfonso Zapater
«El solanar»
Heraldo de Aragón, 21 de abril de 2001

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