2 de julio de 2009

Una muralla ciclópea en Pardos

Reproducimos a continuación un trabajo presentado en el III Encuentro de Estudios Bilbilitanos, Actas, I, Arquelogía, Geografía, Arte, Centro de Estudios Bilbilitanos, Zaragoza, 1992, págs. 73-79.

El hallazgo de la muralla que en esta comunicación describimos es en parte casual, pues es debido a nuestra búsqueda sistemática de restos arquitectónicos medievales, en especial fortificaciones de época musulmana. Con ese fin visitamos el pueblo hoy deshabitado de Pardos, en la comarca de Calatayud, y efectivamente encontramos restos de unos torreones tal vez musulmanes y en todo caso medievales. Pero más nos impresionó lo que queda de una muralla que podemos calificar de ciclópea (estimamos que alguno de sus sillares puede pesar más de dos toneladas) claramente anterior a la Edad Media.

Consultando los trabajos publicados recientemente por Francisco Burillo y Ángel Aranda¹ sobre doblamientos de la Antigüedad en esta zona no hallamos ninguna referencia a Pardos, así como tampoco en otras publicaciones sobre arqueología a nuestro alcance, por lo que consideramos oportuno dar a conocer el hallazgo en el marco de este Tercer Encuentro.

Pardos es citado por Madoz (1845-1850) como lugar con Ayuntamiento, 30 casas, 24 vecinos y 116 almas, mientras que en la Gran Enciclopedia de Aragón (1982) se le atribuyen 335 habitantes, dato evidentemente desfasado, pues el pueblo se abandonó, como otros tantos, en la década de los 60. Carece de carretera y el acceso se efectúa por pistas de tierra desde Acered, Cubel y Abanto, a cuyo término municipal hoy pertenece.

El pueblo se asienta en un pequeño desfiladero formado por un barranco, que tras cortar unos cerros calizos desemboca en el arroyo de la Veguilla, afluente del río Ortiz, afluente del río Piedra a su vez afluente del Jalón. En esa zona de la rama castellana del Sistema Ibérico, llamada precisamente Sierra de Pardos, las alineaciones llevan la dirección NO-SE. Aquí se sitúa el contacto entre el Paleozoico (Cámbrico de pizarras y cuarcitas al NE del pueblo) y el Mesozoico (Triásico Medio o Muschelkalk de calizas, calizas dolomíticas y arcillas al SO). Estas calizas forman el cerro alargado en dirección NO-SE en cuya falda se asienta Pardos. En dirección NE al otro lado de una loma nace el barranco de Val de Pardos que se une al de Acered, afluente del Jiloca.

Es pues esta zona un lugar de comunicación entre el largo valle del Jiloca, con numerosos asentamientos prerromanos, y la zona del Piedra, también entonces poblada. Incluso esta comunicación parece más practicable a pie que la que hoy posibilita para vehículos la carretera entre Cubel y Morata de Jiloca. La importancia estratégica del poblado de Pardos es pues evidente, al situarse en el desfiladero que controla el paso entre el valle del Jiloca y la cuenca del Piedra.

Otro tema, más difícil de constatar, es el de los posibles medios de subsistencia del asentamiento. Su elevada altitud (1025 m) y la escasez de agua (a pesar de contar con una buena fuente en el mismo pueblo) no lo hacen muy apropiado para la agricultura, por lo que pensamos más bien en una economía ganadera.

Ya hemos dicho que en la falda de un cerro alargado de calizas, se asienta Pardos. Es en lo alto de este cerro, o más bien espolón, en dirección NO-SE, es rebajado y cortado al SE por el barranco y en su cima, al NO, por un foso evidentemente artificial, sobre uno de cuyos lados, el SE, se levanta la muralla objeto de nuestra comunicación.

El presente foso presenta una anchura media de 9 metros, unos 20 de longitud y una profundidad difícil de determinar por la erosión de los flancos y el relleno del fondo. Sí parece advertirse una especie de cresta natural central, como si el foso estuviese ese constituido por dos «subfosos», uno más próximo al poblado y otro tras la «cresta» central.

La muralla obviamente se alza sobre el lado del foso que forma parte del extremo del espolón, donde en buena lógica se asentaría el poblado. Este espolón, con forma aproximada de triángulo alargado (NO-SE) no presenta restos de muralla en el lado NE, pues probablemente el escarpe rocoso natural no la hizo necesaria.

El tramo mejor conservado de muralla es el del foso (dirección NE-SO) con una longitud de unos 20 metros. Pero quedan restos, al menos tres zonas, en el lado SO, que aunque con fuerte pendiente, no constituye una muralla natural, como el lado NE. El vértice SE de este «triángulo» también presenta una fuerte y abrupta caída hacia el barranco, no observándose restos de muralla, también quizá por ser ahí innecesaria.

El tramo de muralla del foso presenta un pequeño quiebro en planta, dirigiéndose 8 m desde el NE con orientación de 220º y tras sobresalir 70 cm hacia el NO continúa unos 13 m con orientación 190º. La anchura media en esta zona es de 2 m estando formada la cara exterior por dos grandes bloques de caliza y la zona interior por piedras de menor tamaño asentadas con barro. Los bloques exteriores presentan hacia el foso una cara más plana y más irregular hacia el interior. Sus formas, como es normal, se aproximan al paralelelípedo, tendiendo los de la zona inferior a la forma cúbica (80 x 80 x 115 cm; 80 x 90 x 140 cm), mientras que los situados a más altura presentan una forma más alargada, en sentido horizontal (80 x 50 x 200 cm). Muchos de estos bloques sobrepasan la tonelada, llegando algunos al peso de dos toneladas.

La altura media conservada de este tramo de muralla es de unos 3 m. En la zona SO la muralla se ha desmoronado en su mayor parte, por estar situada en pendiente, quedando no obstante tres pequeños tramos con bloques de dimensiones semejantes a los anteriores (40 x 40 x 100 cm; 50 x 50 x 115 cm). Algunos bloques desprendidos de este tramo se encuentran al fondo de la ladera.

En toda esta ladera, cubierta por arrastres, se observan en superficie numerosos fragmentos de cerámica, si bien de muy pequeñas dimensiones. Desde algunos muy toscos, tal vez de la Edad del Hierro, hasta otros vidriados medievales y modernos; llaman la atención algunos trozos de cerámica fina decorados con pintura ocre rojiza, a veces con dos tonos, formando bandas horizontales o esquemas geométricos, como semicírculos concéntricos. Estos últimos fragmentos parecen ser de época celtibérica, época en la que presumiblemente se construirían el foso y la muralla, sin descartar por ello una posible presencia humana anterior ni, por supuesto, una continuación de la misma, pues aún quedan muchas casas en pie. En todo caso nuestro propósito ha sido únicamente dar a conocer la localización de este poblado y los restos de sus murallas, y proponer la realización de un estudio más detallado que debería incluir excavaciones.
Agustín Sanmiguel Mateo
Ana Isabel Pétriz Aso
José María Establés Elduque
Notas:
¹ Burillo Mozota, Francisco: El Valle Medio del Ebro en Época Ibérica. Contribución a su estudio en los ríos Huerva y Jiloca Medio. Institución «Fernando el Católico». Zaragoza, 1980. Aranda Marco, Ángel: El Poblamiento Prerromano en el Suroeste de la Comarca de Daroca (Zaragoza). Centro de Estudios Darocenses. Daroca, 1986.
A continuación se presentan tres imágenes que acompañaban al estudio. La primera es un alzado de la muralla desde el NO, la segunda son fragmentos de cerámica y la tercera es un croquis desde el SO.




















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